Willy


Así me decían. Willy. En el Club yo era "Willy" Tenía un apodo con el que se me hacía referencia y que me hacía inconfundible. En otros lados me llamaban por el nombre de pila o por el apellido. Pero cuando se escuchaba "Willy", se sabía de donde venía.

El comienzo de mi relación con el rugby fué casual, pero no paso inadvertida. No fué fugaz y dejó una marca. Allá por 1979 me lleva un compañero del San Francisco de Sales, donde hice la primaria. Desde ahí comenzaron a llegar personajes a mi vida. Muchos de ellos la cambiaron o dejaron marcas indelebles. A algunos los extraño y a otros no tengo ganas ni de cruzármelos, para ser sincero. A quienes puedo nombrar que sean de alguna de esas listas? Rezzo, Mareque, El Chicho, Arias, Pelayo, Tinte, Rotta...

Con estos tipos y mucho más compartí todos esos años. Empezar el secundario, repetir años, dar materias, padres que mueren, casamientos, hijos que nacen, carreras profesionales, viajes, vacaciones, pizza, birra y faso. Aprendimos definiciones sobre un montón de cosas: sobre sexo, sobre drogas, sobre música, sobre trabajos, sobre estudios, sobre problemas económicos y políticos. Pero me estoy desviando.... Volvamos.

Durante los seis años que tardé en terminar el secundario (primero el paso por el industrial -Pío IX-, luego el infructuoso y para nada inesperado paso por el Bachiller -Guido Spano-) jugué de Segunda Línea y terminé como Pilar. Fuí pateador, por que me mataba todos los veranos en el Club pateando a los palos abajo del sol durante horas. Nunca fuí hábil, ni rápido pero en las épocas que pude sacar ventaja con el físico lo hice y eso nos dió muchos tries. Cuando todos (los contrarios y yo) estuvimos parejos físicamente, ahí tuve que empezar a aprender las mañas. Esas mañas me valieron un par de suspensiones de la Unión, pero nunca graves.

Siempre traté de ser buen compañero. De ser justo y ecuánime en mis apreciaciones. De estar cerca de los que consideré mis amigos y lejos de los que consideré que me podían hacer mal. Traté de ayudar a los que estuvieron en necesidad y esperé que otros me brindaran sus manos. Algunas nunca llegaron y otras sí.

Para el año '87, cuando tuve que empezar la Universidad, la cosa con el rugby empieza a diluirse. En realidad la cosa ya venía mal por que la historia del equipo había cambiado, pero digamos que el tener que comenzar a estudiar a la noche, me corta el rugby por un tiempo. Casi un año o un poquito más. Para cuando quise retomar, me dí cuenta que ya no estaba a la altura de las circunstancias. Una tarde, en un partido de reserva, me agarró un pilarcito de St Andrews que había hecho fierros todo el verano. En cada scrum me hizo sentir que ya no estaba para eso. Que o me lo tomaba en serio o me retiraba antes de terminar con una lesión complicada. Así que opté por la segunda.

Durante mucho tiempo seguí el rugby de Gimnasia desde la tribuna. Por lo general de local, algunas veces de visitante. Pero siempre traté de estar. Ir al club era retomar el contacto perdido. Tenía la excusa de los encuentros con Pelayo cada Sábado a la tarde, para sentarnos a críticar a Simón (o quien entrenara a la superior) o gritar por las corridas de algún wing de nuestra preferencia. Era ir a ver como progresaba todo, como cambiaban algunas caras o como otras seguían estando a pesar de todo y sin ponerse coloradas. Hasta que un día también desaparecí de ahí. Hubo un momento en que noté que ya no pertenecía a ese club. Que la historia la habían terminado escribiendo otros. Y que esos otros no nos reconocían (o no me reconocían). Me hicieron sentir de afuera cuando venía desde las entrañas. Será a eso lo que llaman "operación"?

Muchos años después, en 2004, me reencontré con el rugby pero en circunstancias y lugares diferentes. Fué a través de Santiago, mi hijo mayor, y en Liceo Naval. Paradojas del destino, el primer partido de mi hijo fué contra Gimnasia, en la Sede San Martín.

Liceo me abrió las puertas que Gimnasia me cerró... Me dió un lugar que no había buscado pero que acepté gustoso. Me hizo sentir útil de vuelta cuando Marcelo, Fafa y todos esos tipos excepcionales de las menores de Liceo dirigidos de maravillas por Guevara me contaron entre los suyos para entrenar a los chicos. Y así fué como comencé mi "Second Life" en el rugby: como entrenador.

A mediados de 2005 nos vinimos a vivir en Canadá, pero me traje conmigo todo eso que aprendí en Gimnasia y en Liceo. La cultura del rugby "nuestro" que estoy tratando de amalgamar a la cultura del rugby "de ellos". Esa cultura que me dejó tener mi primera experiencia en este país, con el equipo de Rugby Outaouais en Gatineau, ayudando a entrenar a chicos y chicas de juveniles. O el año pasado entrenando al U15 de Chicas de Waterloo, y esperando que empiece la nueva temporada en pocas semanas más.

Así que aquí estoy ahora, a diez mil kilómetros de mi club y mi país pero con un montón de ganas de transmitir todo esto. En la cancha y en el "papel". A los que vengan, a los que ya pasaron y a los que están.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno!!! realmente buena iniciativa.
No quiero ponerme a negar de mi apodo, pero.........porque son todos, rota, tinte, mareque, arias, etc etc y yo soy el unico que se lo llama por apodo!?!?!?!?!?

Guillermo dijo...

No te pongas mal, hubo uno que tenía apodo y casi me hace un juicio por malos tratos y discriminación cuando lo nombré!