Había una vez un equipo de rugby...

Hace no muchos años (veinte, veintipico... será mucho?), en Buenos Aires, había un equipo de rugby que estaba destinado a darle el ascenso a su club. No era gran cosa, era un ascenso a Segunda División. Pero para ese club sí era mucho. Habían pasado demasiados años desde las épocas de gloria. Ese equipo era el que todos en el club querían ver. Los domingos a la tarde la tribuna de la cancha principal se colmaba más que cuando jugaba la superior. Era la máquina de "Cacho Varela".

Yo tuve la suerte de jugar en ese equipo y de ser protagonista de su historia. Yo tuve la dicha de verlo ascender a los cielos y descender a los infiernos. Tuve la fortuna de aprender de muy joven sobre el amor, la amistad, el sentido de equipo pero también acerca de egoísmos y traiciones.

Hoy, después de muchos años, quiero homenajear ese equipo. A todos los chicos ya no tan chicos. A los que están y los que ya no están. A los entrenadores que nos enseñaron a ser grandes y que invertían su tiempo en nosotros sacándoselo a sus familias. A aquellos que sin querer traicionamos por dejarnos manipular. Al Club que me regaló las horas más lindas que guarde en mi corazón. Para que quede el recuerdo durante mucho tiempo, para que nos podamos reencontrar a través de este recuerdo, para los que ahora tienen 15, 16, 18, 20 y están viviendo esta misma historia. Y, quién sabe, capaz que en este recorrido hasta me cruce con alguien que recuerde esos partidos!

A todos, vaya mi mejor recuerdo a través de este, mi modesto homenaje.


El Chicho De La Campa

Sombra eterna de Gomez Luengo, ha sabido llevar adelante con orgullo su condición de segundo medio scrum del equipo. Peleado a muerte con Cacho Varela, nunca le perdonó haber caído en esa posición. Cuando le tocó, desempeñó su trabajo con calidad. Orgulloso jugador de Gimnasia, nunca se dignó a caer en las huestes de La Salle, a pesar de haber cursado allí sus estudios secundarios. Fanático incurable de sus escapadas a San Clemente. Rey del Trance. Empomador de señoras casadas. Soltero "incasable". Gran Amigo. Mejor hijo.

"El Chicho", como le pusieron en el colegio y adoptamos sus compañeros de rugby, es un tipo leal y mejor amigo. Hoy, veinte años después de todos estos acontecimientos que cuento aquí, es de los pocos y muy contados, que sobreviven y perduran en la amistad de todos los días. Hoy, a diez mil kilómetros de distancia, "El Chicho" forma parte de la elite de gente querida. Es de fierro, de los que están siempre a pesar del tiempo y la distancia. Por eso y mucho más se ganó el título de Padrino de mi segundo hijo.

Arias

A Arias, aparte de llamarlo por su nombre de pila, le decíamos "El Negro". En todos los equipos de rugby hay un jugador al que se lo apoda "El Negro". Es más, en cada club debe haber uno por equipo, así que hay que llamarlos "El Negro + el apellido". Son esos apodos medio entre tontos y cariñosos que los compañeros le ponen a uno. Siempre digo que un tipo que tiene un apodo es un tipo querido entre esa gente. Si te llaman a secas por el nombre (o peor, por el apellido) es por que con vos está todo bien, pero podría estar mejor.

A Javier lo recuerdo muy bien. Ha sido un tipo con el que pegué buena onda desde temprano, digamos. En algunas éramos muy culo y calzón, de andar siempre juntos. Y no sólo lo recuerdo muy bien a él, sino también a su familia. Especialmente a su viejo, Adolfo (creo que era Adolfo, sí. Sino que me disculpe!) , que siempre estaba presente en los partidos. Un tipazo, de tratarnos a todos muy pero muy bien.


Con Javier compartimos muchas cosas. Recuerdo especialmente una amistad muy especial que tuvimos con unas pendejas (te acordás de Sandra y Cecilia, Negro?) Una de ellas vivía en su mismo edificio, ahí en Salguero y Charcas. Nos recuerdo en los "asaltos" donde nos deleitaba con su "paso robot" o mas tarde en largas noches de poker en esa habitación que el viejo había construído en el fondo supongo que para que cada uno tuviera su ámbito de privacidad.

También recuerdo que con Javier cometimos, al igual que en su momento con Varela, la injusticia de dejarlo de lado. También como con Cacho, por el simple hecho de dejarnos dominar por quienes no debíamos. Así fué como súbitamente, o no tanto, Javier desapareció de nuestras vidas.

El reencuentro fué en aquella famosa reunión de 2001. Creo que en ese momento los dos quisimos que todo volviera a ser como 15 años atrás y estoy seguro que lo intentamos. Pero ni las cosas son las mismas después de tanto tiempo, ni tampoco nosotros somos los mismos. Debe haber sido por eso que cuando se fué a vivir a Madryn, allá por 2003, las cosas se descubrieron de esa manera.

A veces es mejor quedarse con un buen recuerdo de muchos años. Querer reflotar viejos barcos conduce a peores naufragios.



Dedicado a mi amigo "El Negro" aunque 25 años después se haya animado a decirme que ese apodo no le gustaba.

Willy


Así me decían. Willy. En el Club yo era "Willy" Tenía un apodo con el que se me hacía referencia y que me hacía inconfundible. En otros lados me llamaban por el nombre de pila o por el apellido. Pero cuando se escuchaba "Willy", se sabía de donde venía.

El comienzo de mi relación con el rugby fué casual, pero no paso inadvertida. No fué fugaz y dejó una marca. Allá por 1979 me lleva un compañero del San Francisco de Sales, donde hice la primaria. Desde ahí comenzaron a llegar personajes a mi vida. Muchos de ellos la cambiaron o dejaron marcas indelebles. A algunos los extraño y a otros no tengo ganas ni de cruzármelos, para ser sincero. A quienes puedo nombrar que sean de alguna de esas listas? Rezzo, Mareque, El Chicho, Arias, Pelayo, Tinte, Rotta...

Con estos tipos y mucho más compartí todos esos años. Empezar el secundario, repetir años, dar materias, padres que mueren, casamientos, hijos que nacen, carreras profesionales, viajes, vacaciones, pizza, birra y faso. Aprendimos definiciones sobre un montón de cosas: sobre sexo, sobre drogas, sobre música, sobre trabajos, sobre estudios, sobre problemas económicos y políticos. Pero me estoy desviando.... Volvamos.

Durante los seis años que tardé en terminar el secundario (primero el paso por el industrial -Pío IX-, luego el infructuoso y para nada inesperado paso por el Bachiller -Guido Spano-) jugué de Segunda Línea y terminé como Pilar. Fuí pateador, por que me mataba todos los veranos en el Club pateando a los palos abajo del sol durante horas. Nunca fuí hábil, ni rápido pero en las épocas que pude sacar ventaja con el físico lo hice y eso nos dió muchos tries. Cuando todos (los contrarios y yo) estuvimos parejos físicamente, ahí tuve que empezar a aprender las mañas. Esas mañas me valieron un par de suspensiones de la Unión, pero nunca graves.

Siempre traté de ser buen compañero. De ser justo y ecuánime en mis apreciaciones. De estar cerca de los que consideré mis amigos y lejos de los que consideré que me podían hacer mal. Traté de ayudar a los que estuvieron en necesidad y esperé que otros me brindaran sus manos. Algunas nunca llegaron y otras sí.

Para el año '87, cuando tuve que empezar la Universidad, la cosa con el rugby empieza a diluirse. En realidad la cosa ya venía mal por que la historia del equipo había cambiado, pero digamos que el tener que comenzar a estudiar a la noche, me corta el rugby por un tiempo. Casi un año o un poquito más. Para cuando quise retomar, me dí cuenta que ya no estaba a la altura de las circunstancias. Una tarde, en un partido de reserva, me agarró un pilarcito de St Andrews que había hecho fierros todo el verano. En cada scrum me hizo sentir que ya no estaba para eso. Que o me lo tomaba en serio o me retiraba antes de terminar con una lesión complicada. Así que opté por la segunda.

Durante mucho tiempo seguí el rugby de Gimnasia desde la tribuna. Por lo general de local, algunas veces de visitante. Pero siempre traté de estar. Ir al club era retomar el contacto perdido. Tenía la excusa de los encuentros con Pelayo cada Sábado a la tarde, para sentarnos a críticar a Simón (o quien entrenara a la superior) o gritar por las corridas de algún wing de nuestra preferencia. Era ir a ver como progresaba todo, como cambiaban algunas caras o como otras seguían estando a pesar de todo y sin ponerse coloradas. Hasta que un día también desaparecí de ahí. Hubo un momento en que noté que ya no pertenecía a ese club. Que la historia la habían terminado escribiendo otros. Y que esos otros no nos reconocían (o no me reconocían). Me hicieron sentir de afuera cuando venía desde las entrañas. Será a eso lo que llaman "operación"?

Muchos años después, en 2004, me reencontré con el rugby pero en circunstancias y lugares diferentes. Fué a través de Santiago, mi hijo mayor, y en Liceo Naval. Paradojas del destino, el primer partido de mi hijo fué contra Gimnasia, en la Sede San Martín.

Liceo me abrió las puertas que Gimnasia me cerró... Me dió un lugar que no había buscado pero que acepté gustoso. Me hizo sentir útil de vuelta cuando Marcelo, Fafa y todos esos tipos excepcionales de las menores de Liceo dirigidos de maravillas por Guevara me contaron entre los suyos para entrenar a los chicos. Y así fué como comencé mi "Second Life" en el rugby: como entrenador.

A mediados de 2005 nos vinimos a vivir en Canadá, pero me traje conmigo todo eso que aprendí en Gimnasia y en Liceo. La cultura del rugby "nuestro" que estoy tratando de amalgamar a la cultura del rugby "de ellos". Esa cultura que me dejó tener mi primera experiencia en este país, con el equipo de Rugby Outaouais en Gatineau, ayudando a entrenar a chicos y chicas de juveniles. O el año pasado entrenando al U15 de Chicas de Waterloo, y esperando que empiece la nueva temporada en pocas semanas más.

Así que aquí estoy ahora, a diez mil kilómetros de mi club y mi país pero con un montón de ganas de transmitir todo esto. En la cancha y en el "papel". A los que vengan, a los que ya pasaron y a los que están.

Semblanzas

Hay gente de la que tengo recuerdos muy frescos y sobre la que podría escribir durante horas acerca de detalles, recuerdos, comentarios, actitudes, acciones e inacciones. Hay otros tipos de los que realmente me acuerdo muy poco. Quizás uno o dos detalles. Quizás ni me acuerdo cuando aparecieron o desparecieron del equipo. Pueden ser personajes históricos o no. Hay tipos con los que aún tengo contacto. Hay otros con los que lo he perdido, deliberadamente o no. Otros prefirieron perder el contacto. Hay de todo. Sobre todos ellos algo voy a poner. Tendrán su capítulo aparte o lo compartirán, dependiendo como los recuerde o como quiera ofrecer al lector una semblanza sobre ellos.

Para ser justo, quizás deba comenzar por mi propia semblanza.

Aftermath

Y entonces así fue la cosa. Varios años de rugby infantil y juvenil a niveles competitivos y no tanto, la ilusión de ser , el ascenso a los cielos, la traición y la caída. Todo en exquisitas 8 temporadas para coleccionar. Luego un reencuentro asadito de por medio, caras gordas, viejas y peladas. Mismas sonrisas, mismos chistes, mismas anécdotas. Y el tiempo y las circunstancias que nos vuelven a separar otra vez.

Cuando uno vivió una historia tan fuerte como esta que conté es difícil que se la olvide. Son cosas que quedan adentro tuyo para siempre y van formando parte de tus recuerdos eternos. Sé que me voy a morir con todo esto en mi haber. Por que sé que esto me marcó de alguna manera y ha sido un componente importante de lo que soy ahora. En lo bueno y lo malo. En todo. Soy lo que soy por lo que viví. Y mucho de lo que viví en el momento más importante de mi vida fue con estos pibes, y con estas historias.

Entonces cierro, por ahora, el weblog de esta superior que no fue una división superior pero que fue la mejor parte de la historia de mi vida.